El último recibo de la hipoteca merecía una canción.
Buscó en su smartphone un tema que se identificara con el estado que le
invadía. El dedo pasaba pantallas y pantallas, y mientras buscaba se le venían
a la cabeza un sin fin de recuerdos y sentimientos, padecidos y disfrutados
desde que tomó la decisión de montar la empresa y comprar aquella nave.
Nada menos que dieciséis
añitos han pasado ya desde que iniciara su aventura, hasta entonces la vida le
había decepcionado, un trabajo de nueve a cinco, ocho horas de rutina y
monotonía que si bien le aportaban un sueldo, nunca llegaría a desarrollar su
vocación y valía.
Cuando tuvo la
oportunidad de rebelarse contra todo lo hizo con la ilusión del niño que
explora el mundo que se abre ante sus ojos y decidió lanzarse a conquistar el
hueco que descubrió en el mercado suministros alimenticios.
Me confiesa que
llegó a creerse el rey del mundo cuando la euforia nubló su mirada por el
inesperado éxito inicial del producto que introdujo en España, pero aquello
llegó demasiado pronto, todavía no tenía asentadas unas bases sólidas. Luego
vinieron las sombras y el miedo dominó a su mente al darse de bruces con la
realidad después de no haber escuchado lo que las cuentas le decían, y ese éxito
inicial desembocó en un serio problema de financiación.
El miedo trajo a la
angustia ante el segundo impago de la hipoteca de la nave, lo que creía que iba
a ser un problema puntual de liquidez, se convertía en un lugar negro del que
no veía la forma de salir. Se sentía desconcertado, miraba las cuentas de su
empresa y no entendía nada. Veía un beneficio allí plasmado y, sin embargo, no
tenía ni idea de por qué entonces no podía pagar.
El banco se negaba
a refinanciar y no había tiempo para buscar otro tipo de alternativas, la única
solución que vio era la que menos le gustaba y sufrió de tal manera que tuvo
que pedir a su familia lo que no tenían para atender los pagos acumulados de
varios meses y evitar de ese modo que todo se fuera al traste.
Lo que no mata te
hace más fuerte y la esperanza que nunca perdió dio paso a la fuerza que otorga
haber aprendido el secreto para mirar las cuentas y saber de un vistazo
qué ha pasado y porqué.
Los valientes son
los que de verdad, los que miden sus fuerzas y dan pasos firmes
sabiendo hacia donde se dirigen, los que se equivocan y corrigen su rumbo, lo
que se levantan cuando tropiezan porque saben que el camino no es fácil y
requiere una enorme dosis de esfuerzo y paciencia.
Fue la propia
canción quien le llamó, su título destacaba entre todos los demás, sin duda era
lo que necesitaba escuchar en aquel momento. Aquel tema resumía sentimientos y
emociones que se habían sucedido durante aquellos años y que en este momento se
agolpaban en su cabeza. Se sentó en la silla de su despacho, miró al infinito
desde la ventana y comenzó a disfrutar del
merecido momento, de su momento.
Ahora tiene ya la
nave pagada y una cartera de clientes, tendrá que seguir trabajando cada día para
hacer crecer su negocio, y lo hará con ilusión y la serenidad del guerrero
curtido en mil batallas. Ese es el éxito.
¿Sabes ya qué
canción eligió?. La comparto contigo
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