Marcas de guerra

Aquel día se mereció un tatuaje, grabarlo en la piel para no olvidarlo jamás. Aquel día Gabriela aprendió una lección para tener presente el resto de sus días como emprendedora. Había contactado tiempo atrás con un cliente fuerte, un pez gordo al que ya le vendía consumibles y accesorios, pero esta vez le convenció para presentarle un proyecto de los grandes.

Cada vez que hacía una visita comercial Gabriela buscaba descubrir necesidades que su empresa pudiera satisfacer, creía en el trabajo bien hecho, en el valor del esfuerzo y en el reconocimiento de la lealtad y la honestidad. 

Cuando se entrevistó con el director técnico en la panificadora, observó como dos operarios se afanaban en llevar sacos de harina y otras materias primas para alimentar ciertas máquinas con el fin de que no dejaran de funcionar, vio además como otros aparatos hacían paradas de unos segundos cada cierto tiempo y posteriormente reanudaban la marcha.

-       ¿Quieres ahorrar un buen dinero? – Al director técnico se le congeló la mirada cuando oyó aquellas palabras. Clavó sus ojos en ella y hubo unos segundos de silencio que significaban, ¡dispara!.
-       Fíjate en aquellas máquinas, han de ser sobrealimentadas a mano porque el sistema automático no abastece lo suficiente en ciertos momentos, esto provoca que en partes posteriores del proceso haya un pequeño retraso lo que se traduce en una parada y arranque de los motores primarios. Esta anomalía es apenas perceptible porque el proceso no se para, sin embargo, el reinicio de los motores conlleva un consumo innecesario de energía que a lo largo del tiempo supone un buen dinero.

El director técnico seguía sin parpadear, llevaba tiempo recibiendo presiones de la dirección para reducir la factura de la luz.

-       ¿Cómo sabes eso?

Fueron las palabras exactas que le daban pie a Gabriela para exponer su argumento comercial.

-       Ten en cuenta que visito varias fábricas cada día y no es la primera que me tropiezo con este problema. La solución es bastante sencilla, tenemos que estudiar la capacidad de producción y la demanda de alimentación centralizando los procesos en un centro de mando, de este modo logras un control total de la producción y los consumos de recursos en tiempo real con un golpe de vista. La inversión no es muy costosa y se amortiza en menos de un año, si quieres te ayudo a presentarle un proyecto técnico y económico a la dirección.

El acuerdo previo parecía interesante para las dos partes y comenzaron a trabajar. Planos, especificaciones técnicas, consumos, escandallos de costes, el proyecto se complicaba pero sin duda merecía la pena, sería la venta más importante del año y el cliente quedaría encantado.

Cualquier espera se hace eterna cuando está en juego un contrato importante y la dirección de la empresa tardó un tiempo en aprobar el proyecto. Ahora andaban con la búsqueda de la financiación para acometerlo.

La primera puñalada la recibió cuando le comunicaron que sacaban el proyecto a concurso, después de todo el arduo trabajo, del dinero invertido y del coste de oportunidad, ahora pedían ofertas a todos los competidores para dárselo al más barato.

Llamó inmediatamente al director técnico, con él había trabajado codo con codo, se lo había puesto en bandeja para que se colgara una medalla en su empresa y ahora se merecía una explicación, pero, en el fondo, ya sabía la respuesta que iba a recibir, “yo no puedo hacer nada”.

A Gabriela le reconcomía la rabia, la sensación de impotencia y el sentimiento de haber sido utilizada. Pasados los primeros momentos se puso a trabajar en rehacer la oferta.

Tres semanas más tarde, la segunda puñalada, la definitiva. Tras escribir varios correos a su contacto y no recibir respuesta, le llamó por teléfono. El tono de voz que encontró prácticamente confirmaba lo que sospechaba, el proyecto se lo habían adjudicado a la competencia por un precio un precio un 2% inferior al suyo que ya había sido rebajado hasta comerse casi todo el margen.

Las ganas de llorar le apretaban la garganta. Gabriela se sintió traicionada, aquel día su orgullo quedó herido y la moral deshecha. No iba a ser fácil remontar el vuelo. Por un lado, sus cuentas habían quedado tocadas, pero, lo más importante, su autoestima por suelos. ¿Por qué no tendré un trabajito normal como todo el mundo?, es lo que todo emprendedor se ha cuestionado alguna vez cuando asaltan las ganas de tirar la toalla.


Pero Gabriela sabe que no ha nacido para tener un trabajo normal, su misión en la vida se encuentra en el riesgo, en sufrir los malos ratos y en disfrutar de su libertad y sus triunfos, en arriesgarse, en tomar decisiones y forjar su propio camino. Se tomará un tiempo, el mismo que no tiene, rediseñará la estrategia a seguir, se grabará en la piel los errores cometidos y volverá a salir a calle con la sonrisa radiante y el paso firme para ofrecer al mundo lo mejor de su empresa y su persona.

Por Joaquín Puerta
Publicado en el nº 44 de la revista INNOVATIA


Yo también tengo tarjeta

Más allá de los sobres llenos de billetes, sobresueldos y comisiones, hay una práctica generalizada entre la clase política de nuestro país que no le llaman corrupción, ni está tipificada en código penal pero, sin duda, supone un desprecio absoluto al esfuerzo de los ciudadanos.

Ismael viene de una reunión con emprendedores de su localidad organizada por la asociación local de empresarios y la casualidad le ha llevado a coincidir uno de los responsables del municipio. Como no podía ser de otra manera, en algún momento de la tertulia ha salido el tema de tan triste actualidad y, como es lógico, el político ha defendido a la gran mayoría de sus compañeros que se entregan al servicio público y a los ciudadanos incluso, en muchos casos, menoscabando sus intereses personales.

La conversación se desvió hacia las estrategias que siguen las empresas para aumentar las exportaciones, tema que aprovechó el político para acaparar el centro de atención contando anécdotas acerca de empresas conocidas y empresarios que aparecen día sí, día también, en la prensa salmón y, a veces rosa, jactándose de tratarles de tú. Cuando el ambiente estuvo relajado Ismael le pidió que le comentara dónde había comido los cinco días laborables de la última semana y el protagonista, mostrando sus dotes de relaciones públicas y haciendo ver lo ocupado que estaba, le explicó:
  • Lunes: Con una de las empresas contratistas tras reunión de control de servicios.
  • Martes: Reunión en la central provincial del partido
  • Miércoles: Recepción a la comisión de transportes del municipio vecino con la que se pretende llegar a un acuerdo en esta materia.
  • Jueves: Homenaje a un funcionario del Ayuntamiento por sus 50 años de servicio.
  • Viernes: En casa de sus padres; acostumbra a visitarles ese día y ya no vuelve al trabajo.
Ismael retomó la palabra y le dijo, “es decir, de los cinco días que tiene la semana, cuatro te hemos pagado tu comida con dinero público, unas veces directamente a través de las instituciones y otras indirectamente a través de contratistas de la Administración”.
Comidas habituales, y no precisamente menús de 10 euros, a cargo de nuestro dinero, visitas institucionales para hermanar el municipio o viajes con la excusa de un congreso desde hoteles de cinco estrellas, tableta y iphone de última generación. Cualquiera que esté cerca de este mundillo sabe que todo esto es lo habitual en las altas esferas de la Administración.
Un tren de vida fabuloso a cargo de la Visa de nuestras instituciones públicas, esta es la corrupción a la que se refiere Ismael. Una corrupción consentida socialmente y legitimada con un texto creado y aprobado por los mismos que se benefician de ello. Una corrupción aceptada por todos, donde los que lo ven más de cerca no alzan la voz por miedo a quedarse también sin sus prebendas o a ser perjudicados.
Yo también tengo Visa de Caja Madrid, y mi amigo Ismael, y usted que me está leyendo, pero a diferencia de las que usan los responsables políticos de nuestro país, las nuestras van contra nuestra cuenta y las suyas, contra la de todos.
Nos estamos dejando la piel por sacar nuestras empresas adelante, hacemos esfuerzos bárbaros para pagar los impuestos que permiten cumplir con el compromiso social adquirido por todos, sin embargo, nadie es capaz de poner freno a esta corrupción encubierta y generalizada que de una forma obscena cada día se nos muestra delante de nuestras narices y que permite a quienes dicen entregarse al servicio público y trabajar por los ciudadanos vivir con unas prebendas y un nivel de gasto muy por encima que el de cualquier ciudadano enmascarándolo gritando a voces el sueldo que oficialmente ganan.
Pero la culpa, en realidad, no es suya, la culpa es de todos nosotros que lo consentimos, que no tenemos valor para mirar a la cara a cada uno de estos personajes y le decirles, “¿pero no te da vergüenza?”. Incluso, a veces, hasta nos hace gracia, y la semana que viene el protagonista de esta historia comerá de nuevo cuatro veces a nuestra costa y se sentará a la mesa con personas que le adularán para ver qué pueden sacar de él y después le criticarán por la espalda. Quizá haya que preguntase, ¿tenemos lo que nos merecemos?

Joaquín Puerta para villaviciosadigital.es 

Foto: DeclanTM