LA PARTE DE LA HISTORIA DE JOSÉ CARNICER QUE NO SE
DEBE CONTAR EN UN LIBRO COMO ESTE
Finalmente, José
Carnicer consiguió lo que se proponía, hizo caja con algunos elementos del
balance que estaban apartados de la actividad y volvió a probar suerte con los
bancos a los que logró convencer para que aportaran el resto de la inversión que
necesitaba para financiar su proyecto.
La inauguración de
las tres tiendas tuvo lugar con una fiesta por todo lo alto en la que, a cambio
de un puñado de euros, se dejó ver la cara algún famosillo para darle tirón a
la marca.
El primer año las
cosas fueron conforme al plan trazado, la nueva maquinaria daba una respuesta
rápida y eficaz a la demanda logrando poner en las tiendas las nuevas
tendencias en un plazo de tiempo cada vez más corto y las tiendas, con los
problemas propios de cualquier negocio estacional y muy competitivo, iban dando
salida la mercancía que recibían.
José estaba satisfecho, trabajaba 14 horas
diarias los siete días de la semana, pero las cosas iban saliendo adelante confiando
en la buena suerte que acompaña al esfuerzo constante.
Pero la vida castiga
y no siempre a quien lo merece. Un mal día las ventas comenzaron a flojear. En
cuando lo percibió, se puso a buscar las razones; deficiente distribución,
fallos en la atención al cliente, campañas agresivas de la competencia, etc. El
verdadero problema fue que no encontró el problema, no había razones objetivas
que motivaran una caída de ese calibre.
Los meses
siguieron y las ventas no lograron remontar, muy lejos de ello veía suceder a
una campaña mala, una peor temporada. Su única fuente de entrada de tesorería
se estaba resintiendo y comenzaron los problemas para hacer frente a los
pagos.
Convencido de que la
situación sería temporal, aumentó la disposición de sus líneas de crédito con
la esperanza de que lo que estaba viviendo fuera una pesadilla y en poco tiempo
las cosas volvieran a ser como antes, el dinero regresara a las cajas y sus
niveles de deuda retornaran a una situación normal.
Pero como tantos
otros emprendedores en esta condenada crisis, José Carnicer, se equivocó, a
veces, por mucho que pienses que las cosas las estás haciendo bien y que por
ello han de salir según lo planificado, el devenir de la vida abandona la vía
segura y atraviesa los barbechos plagados de barro y piedras.
Lo primero que
recortó a prácticamente un salario de subsistencia fue su remuneración, después
rehízo el presupuesto sin fijarse en el histórico, aceptando sólo aquellos
gastos estrictamente necesarios para la actividad corriente. El resultado un
plan de viabilidad que exigía una cifra de ventas que no sabía si realmente iba
a lograr y la necesidad de refinanciar su deuda bancaria a unos plazos más
largos.
Ya se sabe, a
perro flaco, todo son pulgas. Los bancos accedieron a refinanciar,
prestamizaron algunas pólizas de crédito y reunifcaron deudas estableciendo un
plazo de amortización mayor, pero claro, esto no fue gratis, el banco, con la
excusa del incremento del riesgo y los precios de mercado le dobló el tipo de
interés que le venía cobrando, y ¡son
lentejas!, si las quieres las comes,
y si no las dejas.
Al final, más
deuda y a un precio mucho mayor. Esta situación, trasladada a su estructura de
costes y a su nuevo plan de viabilidad suponía la necesidad de aumentar los
precios, cuestión que chocaba con la terrible guerra que se estaba librando en
el mercado por sacar mercancía en las condiciones que fueran.
La solución trató
de buscarla entonces en los alquileres de las tiendas, estaba pagando
auténticas barbaridades a los centros comerciales por un espacio que debía
garantizarle un flujo de personas constante y suficiente que él trataría de
aprovechar. Los centros comerciales al principio cumplían su parte del acuerdo,
pero cuando el público comenzó a flojear, el alquiler dejó de valer lo que
estaba pagando.
La respuesta de
los centros comerciales fue unánime y contundente, tenían firmado un contrato durante
cinco años y hasta que no expirase, no movían una coma del mismo.
La situación era
cada vez más asfixiante, estaba atrapado, las ventas no remontaban pese a los
esfuerzos de todo tipo y cada mes le faltaba dinero. Por las noches sudaba la
almohada pensando a quién dejar de pagar, cuál sería la decisión menos mala. Si
dejaba de pagar a los proveedores, le dejarían de servir y el negocio se iría
al traste, si impagaba los alquileres, en poco tiempo tendría que abandonar sus
puntos de venta, si no pagaba a los bancos, podía despedirse del crédito futuro
y dejar de pagar a los trabajadores fue algo que en ningún momento se le pasó
por la cabeza.
Así qué, dejó de
pagar a Hacienda y a la Seguridad Social. Solicitó aplazamientos de los impuestos
y de los seguros sociales, de este modo, el negocio seguía funcionando y
mantenía viva la esperanza de remontar el vuelo.
Los contratos de
alquiler comenzaron a vencer uno tras otro, la cuestión era ahora decidir
cuales renovar y cuales directamente cerrar. La propiedad se mantenía en sus
trece de no rebajar, aunque alguno, en un acto aparentemente comprensivo, sí
accedió a hacer concesiones en el precio a cambio de cláusulas de actualización
más altas.
Las cuentas no
salían y comenzó a cerrar tiendas, la parte buena, taponaba hemorragias por
donde se estaba escapando dinero mes a mes, la parte mala, tienda que cerraba,
oportunidad de venta que desaparecía para siempre.
Poco a poco fue
restableciendo el equilibro en sus cuentas con unos costes ajustadísimos. Las
escasas ventas lograban cubrirlos, sin embargo, la deuda era impagable, a las
obligaciones con los bancos se le había sumado una deuda con Hacienda y la
Seguridad Social que se había convertido en una pelota difícil de tragar.
Pocos cartuchos le
quedaban a José Carnicer, la situación le desbordaba, hacía meses que no era capaz
de sonreír. Estaba contemplando cómo el trabajo de años, suyo y de su familia,
se estaba yendo por un desagüe cada día más grande y, por más que se esforzaba
en taparlo, más se rajaba el fondo de aquel vaso que le estaba llevando la
vida.
Finalmente, se puso una fecha límite, el último día de febrero de aquel año bisiesto, si la temporada de rebajas no lograba poner al día los pagos, pondría fin a aquella pesadilla.
La fecha llegó, y
las películas de la vida real no suelen terminar bien, el 23 de marzo, su
abogado presentó en el juzgado de lo mercantil el concurso voluntario a
sabiendas de que se encontraba dentro del 97% de los concursos que acaban en
liquidación.
Lo perdió todo, las
tiendas, la fábrica, su puesto de trabajo y las ganas de vivir. Nadie le
indemnizó, ni tiene derecho a paro. Durante un tiempo se sintió señalado por el
dedo malicioso de los mediocres. Lo pasó realmente mal, de mantener a cerca de
80 familias durante años, a duras penas podía ahora mantener la suya propia.
Pero el que tuvo, retuvo, y José se quedó con las cosas más
importantes, aquellas que no se hunden en un naufragio, retuvo el apoyo de sus
verdaderos amigos, el cariño de los suyos, el reconocimiento de haberse
comportado como un tío legal y aprendió mil lecciones que ahora son su
verdadero patrimonio, un patrimonio que no fue creado para permanecer quieto y pronto
pondrá de nuevo en valor.
El nuevo proyecto
de José no contempla un plan de expansión demasiado ambicioso, se encuentra
bien asentado en la experiencia dulce y amarga. Su plan asume que el ritmo de
las inversiones no ha de ser superior al incremento de la deuda. Ahora sabe que
todo lleva su tiempo, que los negocios son como los buenos vinos, que has de dejarlos
madurar hasta que alcanzan su momento óptimo y entonces, sólo entonces, podrás
extraer lo mejor de ellos con el menor de riesgo de que se avinagren en la boca.
Cuando conocí a
José era un tipo joven, dinámico y tremendamente trabajador. Creía a ciegas en
el valor del esfuerzo y en la justicia. Ahora encuentro a un hombre maduro,
ilusionado, con los pies en la tierra y mucho menos ingenuo, capaz de controlar
el impulso de aprovechar todas las oportunidades que se ponen en el camino.
Ahora encuentro una persona recta y decidida, un verdadero cóctel de
ingredientes perfecto para liderar un proyecto empresarial que genere riqueza
para todos. Un auténtico creador de valor.
Joaquín Puerta
Foto: A.Tajuelo
Joaquín Puerta
Foto: A.Tajuelo
Excelente historia en ocasiones el problema es, dejarse llevar por la emociones y nubla el cerebro.
ResponderEliminarMuchas gracias Geisson por tu comentario, me alegro de que te haya gustado. Recibe un afectuoso saludo.
ResponderEliminarVaya.. que duro... Con razón no es una historia para escribir en el libro, que por cierto MUY BUENO.
ResponderEliminarLe conocí a razón de mi profesor en el Máster de Dirección de Empresas, y la verdad que no habiendo tenido un gran contacto con las finanzas (Más allá de conocida cuenta de la vieja que todos usamos), es un libro Estupendo para empezar a tener una visión financiero de como funciona el mundo de las empresas.
Un Saludo.!
Muchas gracias por tu comentario José Antonio. Espero y deseo que este no haya sido más que un primer contacto con el mundo de las finanzas de la empresa, que te motive para profundizar en ellas y te ayude en tu desarrollo profesional. Recibe un cordial saludo.
EliminarMuy bueno su libro. Y es bueno que todas las historias no terminen como un cuento de Disney. Precisamente es de los errores de donde se aprende.
ResponderEliminarSaludos desde Costa Rica
Normalmente idealizamos los casos de éxito dejando de lado los fracaso cuando son éstos últimos los que más valor nos pueden aportar. Muchas gracias por tu comentario Hugo.
EliminarBuenísima histirhi, espero que a José ahora le vaya mejor. Empece su libro para adentrarme en el análisis de empresas de cara a inversiones financieras (Value investing).
ResponderEliminarLa verdad es que le doy la enhorabuena por su forma de redactar y aclarar terminos. La historia de joses más habitual de lo que la gente piensa, le agradezco encarecidamente que comparta estás historias de un modo tan visual, facilita enormemente la comprensión de ciertos valores financiero.
Un saludo desde Alemania.
no me esperaba este final... cuando comencé a leer la historia de josè pensé que el analisis suministrado por nuria el habia cambiado el rumbo de su negocio.
ResponderEliminarsaludos! desde EL SALVADOR
Muchas gracias Joaquín por compartir la historia de José Carnicer. Que ahora lleva orgullosamente las cicatrices de las batallas vividas y que ahora sirven para tomar decisiones mas razonables, Me siento un poco identificado. Poco a poco el conocimiento de las finanzas me ha hecho tomar decisiones menos precipitadas y a veces me duele un poco no haber aprendido antes pero entiendo que todo es parte de mi proceso de crecimiento. Muchas gracias por compartir y muchas bendiciones para ti y tus seres queridos.
ResponderEliminaratte.
Julián Cajigas
Saludos desde Sonora, México